No puedes cambiar el mundo, pero puedes comenzar a cambiarlo. 

Alejandro Jodorowsky

Los noticieros, periódicos, redes sociales y páginas de Internet, muchas veces nos muestran una realidad del mundo hostil y dolorosa: Las guerras, las personas que son forzadas por la violencia a desplazarse de su territorio, o aquellas que mueren de hambre o son torturadas, otras que mueren camino a mundos posibles nunca alcanzados, los intereses económicos que legitiman cualquier crueldad, la industrialización desalmada de los animales para fines de consumo, la devastación ecológica del planeta, y otras tantas manifestaciones de la crueldad de la que algunos seres humanos somos capaces, son algunas de las cosas sobre las que escuchamos o leemos a diario. En general, la deshumanización en el trato con otros humanos u otros seres puede resultar un panorama difícil de mirar, de aceptar y de digerir.

Cada tanto en mi consulta recibo personas que me hablan sobre su sensación de impotencia frente a las cosas del mundo que les resultan absurdas o dolorosas, y me preguntan ¿qué puedo hacer si no puedo hacer nada? Para algunos de nosotros no es cuestión de “poder” en el sentido estricto, sino de elegir -lícitamente- continuar con la vida que tenemos, lejos de dichas realidades, pero queriendo poder aportar lo que podamos para la construcción de una humanidad plena, equilibrada y ambientalmente sostenible. He tenido clientes que me dicen “no resisto ver noticias”, o “sólo me quiero enterar del mal en el mundo sobre el que puedo hacer algo”. Si tú también tienes sensibilidad frente al dolor en el mundo y compartes la frustración de quienes vemos las noticias y nos sobrecogemos, este post es para ti, pues daré dos sugerencias para lidiar con ellos.

  1. Reconoce que siempre hay algo que puedes hacer, aunque sea indirectamente. “Ser el cambio que quieres ver en el mundo” es el lugar por el que puedes empezar. La función de esta estrategia es ayudarnos a descentrar de la crítica hacia lo externo, y adueñarnos de la transformación, hacernos responsables por lo que queremos crear. Es entonces cuando se abre un panorama nuevo que nos permite activar nuestro amor y compasión y realmente madurar una práctica de desarrollo personal cuyo motor no es el snobismo, o el deseo de reconocimiento, o la avaricia espiritual, sino, auténticamente, la entrega del propio proceso al beneficio de todos los seres.

Por ejemplo, si ves injusticia fuera, y te duele, ocúpate de convertirte en una persona justa en cada una de tus acciones y decisiones. Así estarás contribuyendo a crear un mundo más justo aunque no puedas intervenir en un escenario concreto en el cual la injusticia se te manifiesta. De este modo, habrás empezado a cambiar todo lo que está cerca y, ese cambio, como el aleteo de mariposa irá a lugares impensados aunque no logres ver el resultado de tu apuesta. Afinar la escucha de aquello que puedes hacer para que todos los seres sean felices es un gran aporte al mundo.  Sembrar la autoobservación, la autoregulación, la capacidad de amar, de respetar y de perdonar, labrar la disciplina y las habilidades para la convivencia, ayuda a vencer la impotencia y a sentirse parte de la solución, como un ente activo de la transformación positiva de la humanidad. Puede que pienses que tu deseo es hacer contribuciones macro que trasciendan tu vecindad, para transformar de un pincelazo todo aquello que te llena de desesperanza; pues debes saber que de pequeños pasos se hace un gran camino. Sólo imagina si cada uno de nosotros se ocupara de sí mismo en su radio personal, la gran diferencia que esto haría en el mundo.

  1. Ten confianza en la bondad de todos los seres: En cada persona está Buda, dice el maestro; es decir, en cada uno de nosotros, incluso si no lo reconocemos o no lo sabemos, vive una naturaleza virtuosa, iluminada, sabia, y plenamente compasiva. El contacto con ciertos eventos del mundo puede hacer que nos desconectemos de la confianza de que esto es así, por eso es importante cultivar nuestra capacidad de ver la bondad en los otros y en nosotros mismos.

Los humanos tenemos un sentido de la realidad que se ancla en lo que es difícil, en lo que no funciona; es importante conocer esto sobre nosotros para empezar a desafiarlo a través de una confianza en que la naturaleza humana tiene una enorme dosis de bondad y que esta es esencial y constitutiva de todos independientemente de la manera en que el carácter se manifieste en nuestra conducta. Observa las virtudes, los actos bondadosos, las cualidades y fortalezas, y empéñate en descubrir curiosamente esa parte de la mente que es libre, espaciosa, presente y gozosa, aún en quienes parecen irrespetuosos, crueles, malvados o indiferentes. El resultado será una mente que cada vez discrimina menos entre unos seres y otros, que puede relacionarse ecuánimemente, en igualdad, con ellos.

La ecuanimidad en la psicología budista –resumida sencillamente- es la cualidad de no tener aversión por quienes no nos gustan, no tener apego por quienes amamos y no ser indiferentes con quienes no conocemos.  Esta es el la puerta y la más completa manifestación del verdadero amor, y ayuda a resignificar el dolor que provoca la maldad, a encontrar otra dimensión de él. Esto, porque al favorecer la no discriminación y la capacidad de ver a todos los seres en sus virtudes, sin apego, aversión o indiferencia, nuestra propia compasión y amorosidad se activan en relación a ellos. Entonces tu corazón se hará cercano a todos los que sufren, sean víctimas, victimarios o seres que ignoras.

Gracias por tu compromiso y tu práctica. Te brindo mis buenos deseos en la forma de los 4 Inconmensurables:

Que todos los seres tengan la felicidad y las causas de la felicidad

Que todos los seres estén libres del sufrimiento y de sus causas

Que todos los seres nunca estén separados de la felicidad de estar libres de sufrimiento

Que todos los seres vivan con ecuanimidad, libres de la parcialidad, el apego y la aversión.

 

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¡Gracias!

 

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