Todo el año soñamos con ese momento de desconexión y placer dionisíaco que representan las vacaciones. Las vemos como un espejismo en el desierto, como la promesa de todo lo que no tenemos en la vida regular: Tiempo. Tiempo para leer esos libros que se nos acumulan en la mesa de noche, para dormir sin despertador, para practicar el deporte para el que compramos ese atuendo que lleva meses en el armario, para intentar nuevas recetas, hacer ese viaje por fin, para reorganizar la casa, para no hacer nada de nada,  para… el etcétera es personal e interminable, pero antes que nada, hay un propósito y denominador común: descansar. No obstante, ¿cuántos de vosotros habéis terminado vuestros días de descanso necesitando unas vacaciones de las vacaciones?

Es contradictorio, pero muchas veces, hacer vacaciones resulta agotador. A mi me ha pasado varias veces cuando:

a. Hago planes de viaje extenuantes  porque no me quiero dejar nadita sin conocer.

b. Ante la falta de planes, “improviso” y termino trabajando como loca.

c. Voy a visitar a mi familia/amigos y me dispongo a asistir a todos los eventos, comidas, desayunos y cenas, onces bailables, compras, charlas, vinos y paseos que me propongan.

Para evitar que esto pase, aquí comparto 3 tips que a mí me han resultado útiles a la hora de realmente conseguir descansar:

  1. Parar la inercia del trabajo: Durante los 11 meses restantes del año, lo normal para personas que viven en ciudades occidentales es llevar ritmos acelerados con cargas laborales que exigen rapidez, eficiencia y una dosis considerable de estrés. Lograr cambiar este ritmo vertiginoso, es parte sustancial del descanso, que se da cuando tenemos amplitud para relajarnos de la manera que a cada uno le vaya mejor (ver tip 2). Proponerse realmente no contestar mails ni llamadas de trabajo, y ocupar la mente en cosas diferentes a las habituales, puede ayudar a dejar atrás las preocupaciones de la rutina laboral. La inercia puede durar algunos días, como todo período de adaptación. Dejarnos amoldar al tiempo libre sin querer llenarlo obsesivamente, respirando, ayudará a que este se realice suavemente.
  2. Conocerse y ser realista: No todas las personas tenemos la misma energía ni esta está disponible en todos los momentos de nuestra vida por igual. Es importante que reconozcamos nuestra modalidad energética y la empleemos de manera adecuada. De igual manera, debemos saber qué nos recarga (¿leer un libro o dar un paseo? ¿Irnos de marcha con amigos o quedar en petit comité?). Las personas introvertidas muchas veces se agotan con la actividad social y necesitan momentos de soledad para recuperarse; por su parte, las personas extrovertidas requieren contacto con gente y una agenda llena para sentirse estimulados y energéticos. Hacer planes a medida teniéndonos en cuenta como somos, más allá de lo que deseamos hacer en la fantasía o lo que nos han dicho que deberíamos  hacer, es liberador. ¿Cómo serían tus planes a medida para este Agosto?
  3. Poner límites: Si hemos decidido compartir vacaciones con un grupo, probemos sernos fieles a la hora de realizar actividades. Démonos el permiso de decir lo que pensamos, de desmarcarnos de la manada si lo necesitamos o de generar planes diversos de los que la mayoría acuerda. Algunas personas se acoplan a los planes ajenos porque les es difícil decir no o poner límites, pues temen que esto influya en sus vínculos negativamente. La mala noticia para quien sostiene este precepto es que decir que sí también puede tener esta influencia negativa, por ejemplo, puede llevar la relación a lugares tóxicos y desbalanceados, así como conducir al resentimiento, la rabia y la frustración. Siendo así, tomemos la licencia de la autenticidad y el amor propio que representa la asertividad con los límites.

¡Buenas vacaciones de descanso a todas y todos!

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