En este blog he hablado varias veces sobre cómo la felicidad es algo que se cultiva a través de diversas prácticas, elecciones y actitudes en nuestra vida diaria. He mencionado la compasión, la amabilidad, la bondad, la generosidad y otras cualidades que -la investigación en psicología budista ha corroborado- tienen un impacto en nuestros niveles de satisfacción con la vida y de bienestar duradero. En este post me gustaría ofrecer una acercamiento a otro elemento que se ha valorado aporta positivamente al objetivo de ser felices: la interconexión. Es posible que hayas oído muchas veces que “todos somos uno” y no consigas hacer la ecuación que al sumar y restar dé este resultado. Si es así, y te gustaría acercarte a esa sensación de unidad, este post es para ti, pues dicha ecuación es la interconexión.

Desde el punto de vista de la psicología budista, los seres humanos vivimos en una ilusión de desconexión que nos genera gran sufrimiento tanto personal como comunitario y que se basa en asumirnos como seres exclusivamente individuales o que sólo tienen relación con algunas pocas personas en núcleos cerrados. Sobre esta percepción descansan el egoísmo, la avaricia, la ambición desmedida y la violencia, pero también una gran soledad y la exigencia de creer que todo lo que ocurre en nuestras vidas es producto directo de nuestro hacer personal. Se dice que esta es una manera de relacionarnos con el mundo que es distorsionada, porque se entiende que hay una realidad con la que no solemos contactar y que nos revela como partículas en una red, la realidad de la interconexión.  Sabernos parte de una red de intercambios múltiple, diversa e infinita tiene varias funciones dentro del camino de desarrollo; de entre estas me gustaría destacar dos: 

  1. Aumenta nuestra capacidad compasiva, pues en la medida en que nos sentimos parte de un todo y reconocemos a los otros seres también como parte nuestra, podemos relacionarnos con ellos de una manera más amorosa, reconociéndoles y teniéndoles en cuenta.
  2. Nos permite descansar en la sensación de pertenencia a algo más grande que nosotros y soltar un poco la necesidad de control sabiendo que dentro de esa red somos sólo una parte.

Como ves, estar en contacto con la realidad de la interconexión es beneficioso, no obstante nuestra configuración cerebral primaria y algunos aspectos de nuestra cultura ayudan a que nos mantengamos alejados de ella. Por esta razón quiero proponerte un ejercicio simple para que reconectes con esta esencia de unidad con todos los seres:

Me gustaría que cerraras los ojos y respiraras profundamente sintiendo tu cuerpo, el aire que entra y sale, el peso que descansa sobre la silla, los puntos de contacto. Tómate algunas respiraciones para estar en tu cuerpo. Ahora, te pediré que recorras tu día hasta ahora desde el momento en que despertaste, reparando en cada cosa que has hecho, lo que has comido, la ropa que te pusiste, el agua que bebiste, las personas con las que has hablado, los desplazamientos realizados. Simplemente rememora paso a paso tu día. Una vez lo has hecho, te invito a que pienses en todas las personas y seres que han tenido que estar involucrados para que este día de tu vida sea como ha sido: Las personas que construyeron casa donde vives, aquellas que elaboraron los materiales con que está hecha y las fuentes naturales de las que provienen las materias primas, sean montañas o minas; quienes fabricaron tu ropa, la cocieron, tiñeron, elaboraron los textiles, y la planta de algodón cuya flor se utilizó para hacerlo, o la oveja que dio su lana; piensa en la comida que has consumido, su origen, las manos que la trajeron a ti, la tierra y las lluvias necesarias para que haya sido posible que la tengas en tu mesa; las personas que instalaron la luz o el gas para que puedas calentar tus alimentos, y los acueductos que permiten que tomes una ducha, así como los ríos y mares y árboles que son fuente del agua que usas; recuerda los insectos que polinizan las plantas que dieron la fruta que hoy comes y los animales que, explotados de diversas formas, proveen para ti también; toma en cuenta cada ser, cada persona cuya existencia es o ha sido indispensable para que tú hayas podido vivir tu día de la manera en que lo has hecho.

Contempla cuántas de estas personas o seres no conoces directamente, ¡miles! y permítete sentir en tu cuerpo cómo es esta sensación de red, de estar conectado de tantas y tan diversas maneras. ¿Cómo se siente para ti? Nota con atención si aparece algún sentimiento de gratitud frente a todos aquellos seres anónimos y si es así, déjalo anidar en tu cuerpo y en tu corazón. Respira en la realidad de interconexión todo cuanto quieras y cuando te encuentres lista/o, abre los ojos.

Esperando que este ejercicio aporte en tu camino hacia el florecer, te agradezco por tu práctica. ¡Hasta la próxima!

 

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