Desde la perspectiva de la psicología budista, el cultivo de la compasión es indispensable para el desarrollo humano; abrir el corazón es una pieza angular para el cese del sufrimiento. El objetivo general es alimentar la compasión por todos los seres, pero desde el mismo Buda los maestros han sido claros en especificar que esta es imposible si nuestro centro no goza de amor hacia sí. En este sentido, la compasión por uno mismo es el punto de partida para el sembrado de la felicidad común (y quizá también el de llegada, pues representa también el acabar de las proyecciones) .

En este post os quiero compartir un ejercicio que he recomendado a la mayoría de mis clientes por los buenos resultados que reporta para el desarrollo de la compasión por uno mismo. El ejercicio es especialmente útil cuando hemos identificado discursos internos hostiles o cotidianidades llenas de irrespeto por nosotros mismos (saltar nuestros límites, no cuidarnos como necesitaríamos, participar en actividades, hábitos o relaciones tóxicas, olvidarnos de notros mismos, exigirnos sin piedad, etc, etc.).

Relacionarnos con nosotros mismos como si fuéramos una persona externa a la que amamos, muchas veces nos ayuda a ser conscientes del maltrato al que nos sometemos, de la falta de amor y de la dureza con la que nos acercamos a nuestras falencias. Un paso más allá, también nos permite abrir nuestro corazón a nosotros mismos, en ternura, amabilidad y aceptación de quienes somos y de las cosas como acontecen. Teniendo esto en cuenta, el ejercicio se basa en estar una semana con nuestro niño o niña interior (esa parte de nosotros que aún es pequeñita), llevándolo siempre con nosotros. Para ello, recomiendo buscar una foto de cuando eras pequeño, una en que te causes especial simpatía, en que te “derritas” cuando la ves. Puedes hacer el ejercicio independientemente de tu edad, sólo basta que quieras comprometerte con tu amor propio y desafiar las inercias que te causan sufrimiento.

Ejercicio: Toma la foto y llévala contigo siempre, entre el bolso o el abrigo durante el día, o bajo la almohada en la noche, durante toda una semana. El objetivo de estar en contacto con la foto es recordarte el ejercicio que estás llevando a cabo y mantenerte presente en él, es un ancla para que no abandones. Durante esta semana, todo lo que te hagas a ti, se lo estarás haciendo también a tu niña o niño pequeño, que estará tomado de tu mano las 24 horas. Ejemplos:  ¿Tienes hambre pero consideras que tu trabajo es más importante que la comida y te la saltas? Estás sometiendo a tu niña o niño a régimen y no atendiéndole. ¿Te ha pasado algo inesperado y doloroso? ¿Qué vas a hacer con tu niña o niño, prohibirle llorar, o abrazarle y consolarle hasta que se calme?. ¿Te estás diciendo todo el día lo insuficiente que eres, lo mal humano, mala madre, mal hijo? Ten en cuenta que cada cosa que te dices, se la estás diciendo a tu niña o niño, ¿es así como le quieres tratar?.  Así, cada actitud, acción o palabra que mantenemos con nosotros, recaerá sobre el/la niño o niña, sea amorosa o despiadada. Demos el espacio para contemplar los efectos de nuestra conducta.

Este ejercicio no hace uso de una metáfora, sólo ayuda a ver con claridad lo que hacemos con nosotros, pues nuestro niño o niña interior en efecto convive con nosotros siempre.

Esperando que os sea útil, os agradezco vuestra práctica.

Si quieres recibir en tu correo nuevos artículos de psicología con esencia budista con herramientas prácticas, puedes suscribirte a mi newsletter aquí:

Si te sientes identificada o identificado y quieres hacer una consulta on-line conmigo, contacta conmigo

¡Gracias!

 

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies