Como dijo el famoso actor Matt Damon en una charla recientemente publicitada en internet, “comenzaré con la suposición de que el mundo está patas arriba”. Para todas aquellas personas que están de acuerdo en que esta suposición es correcta, es posible que en sus vidas haya sido relevante la pregunta de ¿qué hacer al respecto? Durante mis años de adolescencia creí que la respuesta estaba en la militancia política y en una actitud comprometida con el cambio de los estamentos gubernamentales y legales. En la medida en que el tiempo ha pasado y he observado la poquísima incidencia que la militancia política tiene en el poder y en la distribución de la riqueza, me he ido convenciendo de que es posible que esta no sea la época adecuada para este tipo de acción. Vivimos un tiempo de individualidades en donde el poder se ejerce en un radio próximo y los movimientos sociales se diluyen. Ejercer nuestra responsabilidad como ciudadanos es indispensable, no existen las posiciones apolíticas, pero no es suficiente. He considerado que para que haya un cambio consistente,  hay al menos dos “revoluciones” que ejercer:

Revolución de consumo: Cada día elegimos dónde guardar nuestro dinero (bancos) y cómo circularlo. Cada cosa que compramos tiene un origen: la comida que comemos, la ropa que vestimos, los productos de limpieza y cosmética. Si investigamos las empresas que los producen y comercializan y nos comprometemos a invertir nuestro dinero -en la medida de lo posible- en empresas éticas, de comercio justo, con un tratamiento de la tierra y las relaciones laborales no abusivo, etc. estamos ejerciendo nuestro poder para un cambio hacia una sociedad más equilibrada. Igualmente, favorecer la banca ética sobre la que no lo es, puede significar un cambio.

Revolución de conciencia: Recuerdo cuando era pequeña, que ante la evidencia de la inequidad y la injusticia propuse a mi madre la solución que me parecía más sencilla: Que la gente que tiene más dé a la gente que tiene menos, ¡y listo! La generosidad, la bondad y el amor eran para mi mente de 5 años la solución perfecta a la situación mundial. Mi pensamiento se ha complejizado, pero sigo pensando que sin estas cualidades es imposible llegar a la armonía ni a una convivencia justa porque creo que es necesario construir un mundo donde todos cabemos, pensemos como pensemos, seamos como seamos, tengamos lo que tengamos. Hay que ser el camino, más que hacer el camino: el trabajo de convertirnos a cada uno de nosotros en seres incluyentes capaces de abrazar la diferencia (de pensamiento, credo, convicciones, raza, género, preferencias de modo de vida, etc.) sin querer oprimirla, generosos para no acumular generando desproporciones, y bondadosos para no abusar de nuestro poder, es el mayor aporte a una revolución duradera. Así, el cambio no dependerá de un momento histórico, sino que estará arraigado en quienes somos como humanos, en el área más luminosa de nuestra naturaleza.

Si este tema es relevante para vosotros, os invito a pensar ¿qué acciones de vuestro día a día serían parte de vuestra revolución? Sean las que yo sugiero u otras de vuestra propia cosecha, emprendámoslas. ¡Hagamos la revolución!

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