Un sueño sin interpretar es como una carta sin abrir.

Carl Jung

Cuando aún era una estudiante de psicología comencé a desarrollar un creciente interés por las aproximaciones que trascendían la terapia verbal y se valían del proceso creativo o de herramientas simbólicas para acercarse al sufrimiento y sanarlo, por considerarlas de una riqueza excepcional. Este interés me llevó a descubrir técnicas que considero muy útiles para el autoconocimiento y el desarrollo, entre esas la que quiero compartir en este post y que combina escritura y estados de conciencia no convencionales.

Si bien la mayoría de nuestras funciones son orquestadas por el cerebro en su totalidad, cuando escribimos, a menudo estamos usando bastante el hemisferio cerebral izquierdo. Éste nos es útil para organizar y realizar las combinaciones complejas que requerimos para producir lenguaje. No obstante, áreas en donde una mayor expansión del pensamiento y desestructura son posibles, quedan fuera, incluso si el proceso de escritura es altamente creativo o meditativo, pues es difícil apartar las limitaciones de la conciencia diurna. Por este motivo , en ocasiones nos es útil “pensar con todo el cerebro”, involucrando áreas que normalmente no están presentes en nuestro diario razonar. Para este propósito una buena manera es… ¡soñar!

De acuerdo con muchos autores dentro de la psicología y a diversos maestros espirituales y místicos, los sueños nos permiten acceder a una sabiduría mayor a la habitual que tenemos a la mano a través de los estados de conciencia ordinarios. Se les ha caracterizado como mensajes encriptados repletos de información para nuestro desarrollo personal, como una vía de comunicación con lo divino, con lo inconsciente, con lo oculto a nuestra mirada diurna o la sombra. Muchos han reconocido el poder de sanación que tienen los sueños, así como la sutileza de su manera de comunicar y su impacto en nuestra vida.

Cuando nos encontramos en situaciones en las que no vemos  el árbol por el bosque, donde tenemos incertidumbres vitales que la reflexión no consigue esclarecer o donde tenemos dudas prácticas sobre nuestro proceder en la vida, podemos apoyarnos en los sueños para darnos alguna luz de cara a definir cursos de acción y ver con mayor claridad. También es útil el trabajo con los sueños cuando tenemos algún conflicto repetitivo o estamos haciendo un trabajo interior fecundo y queremos enriquecerlo. Para esto podemos usar la Incubación de sueños. Incubar un sueño es hacerle a nuestro inconsciente una pregunta para que nos la conteste en forma de sueño. Esta es una técnica que puedes usar cada vez que tengas dudas existenciales y te encuentres necesitado/a de ti mismo/a, de una sabiduría mayor y de respuestas.

Para hacerlo necesitas, por definición, tener una pregunta, y también poder recordar la respuesta, es decir, tus sueños. El método consiste simplemente en apuntar la pregunta justo antes de irse a la cama, con la intención de obtener respuesta. Si oras, puedes orar pidiéndolo, y si no oras, puedes simplemente poner tu voluntad e intención en ello, pidiéndote a ti mismo/a una respuesta que te ayude en tu desarrollo y enriquezca tu conocimiento de ti. Ahora, es muy importante tener una buena pregunta, pues entre mejor sea, mejor también será la respuesta. Así, a preguntas vagas, respuestas flojas, mientras que cuestionamientos concretos y concisos te darán un resultado más fino y mayor información.

Prepara tu pregunta y apúntala. Repítela antes de irte a la cama y mantén la intención firme de soñar con la respuesta. Duerme.

Te recomiendo que tu despertar sea lento, pero que cuando suene el reloj no vuelvas a quedarte dormido/a, pues esto afecta el recuerdo de los sueños. Tampoco salgas directamente de la cama al escuchar la alarma (o despertarte de manera natural), pues el efecto es el mismo. En cambio, si despiertas pero te permites quedarte en cama unos minutos, aun con los ojos cerrados, e intentando evocar lo que soñaste, te das el espacio para que el sueño venga a ti. ¡Puede ser que incluso recuerdes 2, 3 o hasta 5 sueños que hayas tenido esa noche! Si por algún motivo no logras recordar el sueño, no desistas e intenta de nuevo la noche siguiente y la siguiente. Lo importante es que no te desanimes, continúa intentando. El mundo de los sueños es muy rico, te aseguro que vale la pena tenerlos cerca.

Tan pronto tengas la información, abre los ojos y escríbelo. Este proceso debe ser inmediato, pues los sueños son, digamos, huidizos, escapan pronto de la conciencia. Intenta consignar todos los detalles que recuerdes, no te censures, ni cortes cosas por considerarlas “poco importantes”, en los contenidos oníricos rara vez hay cosas irrelevantes. Cuando lo tengas, para unos 3 minutos. Respira. Deja que las imágenes te impacten nuevamente y vuelve al texto y agrega lo que haga falta, si tal cosa. Sepárate de nuevo. Respira, tómate un tiempo y lee de nuevo. Si te apetece, escribe un poema corto sobre lo leído en donde resumas de una manera lírica lo que tu sueño contiene.

En ocasiones la respuesta será explícita y directa, otras veces será un poco más oscura. Si este es el caso, mantén tu mente abierta y permite que el sueño te sugiera cosas, que te revele lo que has incubado a lo largo del día, poniendo tu atención y escuchando cualquier detalle que pueda darte pistas.

Deseando que sea gozoso y nutritivo, ¡Dulces sueños!

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