En varios de mis posts anteriores he hablado sobre la necesidad de abrazar las emociones difíciles, asociando esta práctica a nuestro bienestar y capacidad para ser felices. En esta ocasión quisiera detenerme un poco en eso de “abrazar”, ¿qué es? y ¿cómo se hace?
Cuando hablo de “abrazar” las emociones/circunstancias/pensamientos difíciles, me refiero a estar presentes con ellos en atención plena y de manera amable y amorosa. Hace un tiempo, escuché en una conferencia sobre Mindfulness (atención plena) la metáfora de la madre y el bebé que llora. En ésta, se comparaba la dificultad con un bebé que llora, ¿qué debe hacer la madre para calmarle? La madre no le tapa la boca al niño, ni lo insulta, regaña o castiga, sino que dulcemente lo abraza y lo acuna. Dentro de la psicología budista se considera que la atención plena es esa madre y que atender con amor a ese bebé en llanto, que son nuestras emociones o circunstancias difíciles, es una práctica que podemos llevar a cabo de manera informal en nuestras vidas cada día. Observar con atención plena es un acto de amor que nos ayuda a sobrellevar los retos del día a día.
Aquí te doy una sugerencia sobre cómo hacer esto paso a paso:
1. Detente: Cuando tu bebé comienza a llorar, es decir, cuando te enfrentas a una situación que te suscita rabia, incertidumbre, miedo, odio, desazón, o dolor en cualquiera de sus formas, si tienes prisa o estás agitado, te costará poder evaluar con claridad la circunstancia para atenderte adecuadamente. Por eso, lo primero es hacer una pausa -interna o externa-, parar un momento y observar.
2. Reconoce: En tu pausa te preguntarás “¿qué está pasando en mi cuerpo?” para notar aquellos estímulos o disposiciones corporales que la situación en concreto te genera ¿Cómo es tu respiración? ¿Está abierto o cerrado tu plexo? ¿Alguna sensación particular en el vientre?
3. Nombra: Entonces puedes responder ¿cómo se llama esto que estoy sintiendo? Rabia, envidia,celos, asco, amargura, frustración, tristeza, desolación, desesperación, odio, desdén. Amplía tu vocabulario emocional observándote y siendo fino/a con lo que te ocurre. Dale nombre sin juzgar, sin desear ser más o menos bueno/a que nadie, simplemente reconociendo lo que hay.
4. Permite: Cultiva una actitud amorosa de aceptación frente a tus emociones. Aquí es cuando la madre tiene posibilidad de cuidar al niño que llora en vez de reprimirlo, descalificarlo o violentarlo. Ábrete a la experiencia que estás transitando y déjala estar. Para esto te sugiero acompañar la emoción con tu respiración de la siguiente manera: “Inhalo, siento X (tu emoción). Exhalo, X está en mí” repitiéndolo tantas veces sea necesario, en amplitud. Respirar en atención plena es el abrazo que calma la emoción desatada y te devuelve la claridad y la sobriedad.
El proceso 1-4 puede llevarse a cabo en cualquier momento, no hace falta salirse de una importante reunión o abandonar un lugar para entrar en contacto contigo mismo/a y darte una pausa de atención plena amorosa. La práctica asidua hará que seas más hábil cada vez, así que te invito a probar si para ti es beneficioso este abordaje de la dificultad ejercitándolo en tu vida.

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