Tanto en las relaciones con los otros como en la relación con nosotros mismos, las personas valoramos la sensación de intimidad como un núcleo seguro y libre para permitirnos ser. Pareciera que la intimidad juega un rol fundamental en el establecimiento de vínculos y también en la sensación de libertad a nivel interno, que es indispensable para mantener estos vínculos estables y felices.

Hay dos tipos de intimidad:

  • Compartida: Llamamos “amigos íntimos” a aquellos a quienes podemos contar cosas que a otras personas no revelaríamos; también en las parejas la intimidad se forja como un principio de confianza mutua que es básico para la construcción de una convivencia fluida, nutrida y profunda. La empatía, la afinidad entre personas, el tipo de vínculo y el tiempo, son factores relevantes en el establecimiento de este tipo de intimidad.
  • En solitario: Igualmente, hay una parte de nuestra intimidad que no deseamos compartir con otros, ni con los más próximos, una parte que queremos vivir en soledad, en nuestro espacio interno para ser. Es aquí cuando nos encerramos en el lavabo o escribimos diarios privados; todos estamos familiarizados con la necesidad de estar solos para hacer o decir algo para lo que no queremos espectadores. En este punto, la intimidad y la privacidad se entrelazan. Tener nuestra privacidad violada genera una sensación de vulneración y agresión, y en contraparte, compartir relaciones de intimidad donde nuestra privacidad es respetada fortifica la confianza y mantiene el vínculo sano.

Quiero definir la intimidad, entonces, como aquel espacio de sinceridad y autenticidad que tiene lugar tanto internamente como con otros. La intimidad compartida por ende, es la libertad para ser auténticamente con otro y la intimidad en solitario es la libertad para sincerarnos con nosotros mismos diciéndonos lo que deseamos, pensamos, sentimos, etc. Es evidente cómo la primera necesita de la segunda: sin la reflexión y la escucha de uno mismo necesaria para establecer una conversación sincera para nuestros adentros, es más difícil que podamos presentarnos ante otro con honestidad. Así, el ejercicio de nuestra libertad interior es indispensable para conseguir intimidad en nuestras relaciones.

Siendo esto así, quisiera preguntaros ¿Tenéis suficiente espacio para vosotros mismos en vuestra vida? ¿qué tenéis que es estrictamente privado (que nadie más usa, toca, manipula, ve)? Si las respuestas a estas preguntas no son claras u os dejan con un sabor de estrechez, os invito a haceros con un hábito de intimidad. La escritura de un diario o cuaderno de dibujo, un lugar de la casa/caja o armario que sólo sea vuestro, y estrategias similares ayudan al cultivo de la intimidad. Pero por sobre todas las cosas, esto se consigue teniendo espacios de soledad, tiempo para ti, para estar solo/a haciendo en parte lo que desees, en parte lo que necesitas, y en parte también no haciendo mucho, contemplando y respirando. Te propongo entonces que examines tus espacios de soledad ¿tienes? ¿son suficientes? ¿De qué calidad son? ¿Cómo los inviertes? Quizá estas preguntas te lleven a solidificar hábitos que ya tenías o a reestructurarlos, o te inciten a crear algunos nuevos. A donde sea que te lleven, te deseo que sea un lugar de bienestar en donde puedas sentirte acompañado por ti mismo, en intimidad.

Si quieres recibir en tu correo nuevos artículos de psicología con esencia budista con herramientas prácticas, puedes suscribirte a mi newsletter aquí:

Si te sientes identificada o identificado y quieres hacer una consulta on-line conmigo, contacta conmigo.

¡Gracias!

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies