En posts anteriores he hablado bastante sobre nuestra resistencia a estar en el dolor, a dejarnos sentir lo que no nos gusta y sincerarnos con las áreas oscuras de nuestro ser, las relaciones y el mundo. Parecería a simple vista que somos seres hedonistas que vivimos disfrutando la gran vida que hay en la ceguera, no obstante, esto no se corresponde con la realidad: hay mucho sufrimiento y mucho vacío en la vida humana. Si huimos del dolor y vamos hacia el placer, ¿por qué no estamos perpetuamente en la nube nueve?

Probablemente, en parte por nuestra cultura de herencia religiosa que ha condenado el placer y magnificado el sacrificio y el dolor, y en parte también por la intrincada química de nuestro cerebro y la manera en que forma hábitos indiscriminadamente para el placer y el dolor, tenemos una tolerancia limitada para el placer. Nuestro cuerpo es un templo del éxtasis con una capacidad ilimitada de experimentar la belleza y el gozo en las diferentes sensaciones que percibimos a través de nuestros sentidos dotados de innumerables terminaciones nerviosas, sin embargo rara vez nos permitimos estar en el cuerpo de lleno para disfrutar la experiencia orgánica.

Hay algunos caminos espirituales que consideran esencial para el desarrollo expandir la tolerancia al placer, desarrollar la presencia que lleva al éxtasis a partir del estar en el cuerpo. En estos, la sexualidad y la sensualidad son practicas fundamentales. Considero que independientemente del camino de desarrollo que elijamos, el trabajo con el placer  puede aportarnos una liberadora ampliación de conciencia, porque estar plenamente en el cuerpo es la única garantía de vivir genuinamente. Aquí te ofrezco cuatro ejercicios básicos que pueden ser útiles en este propósito:

a. Disfruta de la comida con todos los sentidos. Aprende a cocinar comida deliciosa, colorida, a usar especias de todo el mundo y cuidar la presentación de los platos. Come en silencio y/o con las manos, oliendo, mirando, saboreando, tocando y escuchando el “crunch” o el “tsk” al masticar. Permite que la experiencia de los sentidos exalte el momento habitual de alimentarte, tomándote el tiempo para degustar cada bocado, respirando y contemplando.

b. Explora tu cuerpo en compañía y en solitario. Infórmate sobre las posibilidades que ofrece nuestra sexualidad y sensualidad e intenta cosas nuevas respetando tus propios límites y preferencias. Juega y sonríe. Da espacio para la lujuria y el amor sagrado.

c. Prueba efectuar movimientos o tareas habituales (tales como cepillarse el cabello, ducharse, ponerse el pijama, meterse en la cama) poniendo máxima atención a la experiencia sensorial. Pon arbitrariamente el énfasis en el disfrute e incluye un momento para el placer en tu rutina diaria.

d. Respira en tu cuerpo cuando, haciendo alguna de las anteriores, te encuentres con un límite de placer, y permítete ir un poco más allá. Las resistencias se pueden presentar en forma de aburrimiento, dolor, ahogamiento y otras. Identifícalas  para trascenderlas gentilmente.

Que tu acontecer diario sea lleno de regocijo, dicha, entretenimiento y deleite.

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