En posts anteriores he estado hablando de cómo lidiar con emociones perturbadoras y sugería que una vía podía ser ejercitar emociones más posibilitadoras que anclen la paz en nuestro diario vivir. Creo que aunque estemos en momentos muy oscuros es posible hallar alguna de estas emociones en nosotros porque parte de nuestra naturaleza es intrínsecamente luminosa. Todos los seres desean ser felices, todos son compasivos y todos también tienen otras cualidades y capacidades que se reflejan en estas dos primeras. El Dalai Lama en sus libros y discursos a menudo menciona especialmente una habilidad fundamental que está relacionada con la cualidad de la bondad: la habilidad de servir.

Hace algunos años escribí el siguiente texto que encarna algo que considero esencial en el servicio:

Gracias a todas las personas que me dejan servirles, porque me dan la oportunidad de olvidarme de mí misma y en esa medida servirme también a mí. Ahora pienso que es sólo en esos momentos en que realmente me amo, cuando no me estoy mirando con ese ombliguismo recalcitrante, sino puedo ver al otro, estar por el otro y apartar mi dolor. Puedo allí trascenderlo y entonces ser más grande que el sufrimiento, que mis imperfecciones y mis retos. Doy gracias a la vida por permitirme servir.

Servir a otros nos da la oportunidad de des-centrarnos de nuestro sufrimiento y a la vez ayudar a aliviar el de otros. La práctica del servicio, es decir, de la labor que tiene por motor el deseo de que otro ser sea feliz al igual que tú mismo, es en un sentido superior algo muy noble, pero en un sentido egoísta, es práctico y muy útil para lidiar con emociones como la tristeza, la rabia, la indignación, la envidia o la pena. Al servir damos, y por ello podemos además hacer conciencia de lo que tenemos, de nuestro valor.

La bondad refleja en nuestro amor propio, nos abre el corazón y nos sintoniza con la belleza que todos compartimos por simple mérito de estar aquí. ¿De qué maneras podrías practicar en tu día a día la bondad?

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