En el post pasado hablé sobre la comparación y me centré en esas ocasiones en que concluimos que somos mejores que los otros. En este, quisiera abordar el caso en que nos comparamos a la baja. Tal como mencioné en el post anterior, esta apreciación se basa en una distorsión cognitiva que genera que veamos la realidad de una cierta manera que en consecuencia genera diversas reacciones que tienen como base una única emoción: la envidia. Esta es la emoción por excelencia que se desencadena con la actitud mental pensarnos menos.

Hay al menos tres maneras básicas en que “resolvemos” la situación cuando sentimos envidia:

a.) Esforzarnos: Al ver al otro que es más, me propongo llegar hasta su nivel y superarle. Me exijo y hago uso de mi tenacidad para alcanzar algo que es un espejismo. Justo cuando creo que lo he alcanzado, lo veo más adelante. Esta es una de las pistas de que estamos funcionando bajo una distorsión.

b.) Avergonzarnos: Nos escondemos y nos sentimos no aptos o fallidos. En esta modalidad, la tensión de sentir que todos son mejores se relaja con el ocultamiento de uno mismo. Si los otros no ven que estoy roto, está todo bajo control. Desafortunadamente, este funcionamiento no sólo oculta los “defectos”, sino que tampoco permite ver nuestras mejores cualidades, que terminan atrincheradas tras el miedo a ser defectuosos.

c.) Odiar: Desvirtuar a aquel que consideramos por encima, profiriendo agresivas críticas o desvalorando sus logros. si además el odio es llevado a la acción y le corto la cabeza a mi congénere, puedo tener la sensación de que estamos a la misma altura, o incluso hacer uso de toda mi soberbia para ponerme por encima.

Como es claro, ninguna de estas tres modalidades de lidiar con la envidia son realmente resolutivas, al contrario, son sólo formas del ego de enredar la pita y ofuscar nuestra propia luz. Para hacer frente a estos mecanismos egóicos, me gustaría proponer tres caminos:

1. Reconoce que la envidia está ahí: Este es el punto de partida siempre que el objetivo es desafiar inercias del ego. El reconocimiento de qué sentimos y la valentía de mirarlo amablemente, sin juzgarnos ni culparnos, ya genera un cambio en nuestras reacciones. Somos más conscientes y nos conocemos mejor cuando no negamos lo que hay.

2. Si la envidia está, aquello es algo que quieres para tu vida: El aspecto luminoso de la envidia es que donde aparece nos está mostrando áreas de desarrollo. Si te pillas envidiando, descubre qué es lo que ves en el otro y que admiras o deseas y apóyate en tus fortalezas para conseguirlo, dándote la flexibilidad para que sea a tu manera y para gozar de tu proceso.

3.Recuerda tus clases de matemática del cole: Mi profesor de la primaria decía que no se podían sumar peras con naranjas porque  ambas eran de dos grupos diferentes. Comparar es un intento de operar peras con naranjas, es decir, de medir tu vida y quien tu eres con una vara ajena. Recuerda que cada uno tiene su camino propio y sus experiencias diseñadas a medida. No todos estamos aquí para cumplir los mismos propósitos, a pesar de que el statu quo quiera convencerte de lo contrario. Eres único/a. Peras y naranjas son inoperables, no se pueden comparar.

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