Todos hemos tenido en la vida la sensación de que una puerta se cierra dejándonos sin opciones. Una relación en la que hemos puesto mucho se termina y somos incapaces de imaginarnos compartiendo la vida con alguien más, o un trabajo que nos daba estabilidad llega a su fin y nos encontramos de cara a la precariedad y la inseguridad. Es normal experimentar fuertes sensaciones de fracaso, tristeza, rabia, frustración y sin sentido en estos momentos; perder la serenidad es predecible entonces, pues no somos Buda (todavía). Ahora, otra cosa diferente es perpetuar estos estados de ánimo alentando esa parte cruel de nuestra mente que nos dice todo para lo que no valemos. Si te sientes identificado con este escenario, este post es para ti.
Frente a la dificultad, muchas personas tendemos al fatalismo, permitiendo que nuestra visión se nuble y se atasque en preocupaciones y anhelos inútiles. Esto puede hacer que una experiencia que es en sí misma dolorosa, nos genere más sufrimiento y nos avoque hacia un bucle sin fin de pensamiento negativo hacia nosotros mismos, hacia la vida, las relaciones, dios… También puede aparecer pensamiento suicida, a consecuencia de llevar la rabia y la frustración hacia uno mismo o como expresión de la búsqueda de una salida. Me gustaría recomendar 6 cosas a tener en cuenta en momentos así, que creo que pueden ayudar a transitarlos:
1. Sepárate y observa tus emociones: Tú no eres tus emociones. Toma un poco de distancia sabiendo que todo estado emocional es transitorio si nos permitimos experimentarlo a profundidad y dejarlo ir. Déjate llorar o hacer lo que haga falta, intentando no aferrarte ni identificarte. Respira profundo sabiendo que esto también pasará.
2. No te hagas tanto caso: Cuando estamos viviendo algo con mucha intensidad emocional (incluso si es positivo), nuestra mente se sintoniza y nos cuenta “milongas”. La euforia nos hará prometer y derrochar; la rabia, decir cosas que no queremos; la tristeza, despreciar y valorar carentemente cosas que desde otro ángulo se perciben más abundantes; el miedo nos llevará recluirnos e inmovilizarnos. Si detectas que estás con un “torbellino emocional”, no le creas mucho a las vocecitas de tu cabeza. Si son muy persistentes, quizá quieras evaluar realmente lo que dicen. Para esto te sugiero que busques contraejemplos verídicos: Si la voz te dice que eres un fracasado, busca en tus logros y entra en contacto con ellos; si te dice que no eres digno de ser amado, busca en tu historia todas las veces que has sentido amor auténtico o una conexión sublime con otro, y permite que estos recuerdos entren en tus células. El contraste te dará una visión más neutra y serena.
3. Explica con sinceridad lo que ocurre a seres queridos y buenos amigos, exponiéndote y permitiendo que sus miradas enriquezcan la tuya. A veces nos encallamos en pensamientos dolorosos y pesimistas porque el tránsito en el que estamos no nos permite una apertura mental suficiente como para contemplar un panorama más amplio y opciones nuevas que se abren. Compartir lo que nos pasa y estar abiertos a las sugerencias y visiones de aquellos cercanos y más experimentados, puede ser muy útil para ayudarnos a restablecer la fluidez mental y emocional, y convertir nuestra preocupación en proactividad.
4. Busca apoyo, permítete recibir amor y recuerda que eres querido: Las palabras de aliento y apoyo, los abrazos, la compañía, la incondicionalidad de quienes te aman y están ahí para ti, pueden hacer la diferencia en momentos de verlo todo lejos del alcance. Cuando no das un peso por ti, permite que otros que creen en ti te digan por qué lo hacen y te ayuden a recordarte. Cuando nos olvidamos de nosotros, otros nos pueden ayudar a recordar. Para mí, incluso acurrucarme en el sofá con mis gatos me da un poco de sosiego porque me conecto con el amor que emana de mí y el que ellos también me dan.
5. Confía en la vida y actúa: Dicho esto, (y esta parte, ya sé, es muy difícil), prueba a entregarte -cuanto puedas- al cambio. Date permiso para replantearte cómo quieres hacer las cosas en esta nueva etapa y comienza a realizar acciones hacia las nuevas claridades que vas ganando.
6. Intenta mantenerte mirando a las posibilidades que genera el fin de ciclo: El miedo, la inseguridad y la incertidumbre típicos de un fin, pueden anclar nuestra mirada en este, no permitiéndonos ver el comienzo inherente a cada final. Por más pequeña que sea la luz en el túnel, mírala, no olvides que está ahí, pues ella representa la vida entre lo que muere y es la grieta por entre la cual se cuelan la esperanza, la alegría, la ilusión y la confianza. Como dice el antiguo Koan:
Mi granero se ha quemado. Ahora puedo ver la luna.
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