En general a todos nos cuesta, pero a algunos más que a otros, eso de no tener la razón. Aceptar que nos equivocamos en un juicio o una apreciación, que no sabemos, es difícil. A mí me ha costado mucho y sé que es una fuente de sufrimiento que se manifiesta en forma de ira, tozudez, rigidez e inautenticidad. No saber es el más fundamental de los rasgos humanos, lo tenemos por definición. Quizá puedas recordar algún evento cercano en que, en alguna conversación con otra persona, querías tener la razón. No importa si la tenías o no, recuérdalo y obsérvate. ¿Puedes notar tu cuerpo tenso y determinado? ¿qué tesitura emocional regía el momento? ¿era de calma o belicosa? ¿Puedes recordarte haciendo alguna pose o acomodando tu discurso para disimular tu ignorancia? Según mis observaciones, es casi imposible sostener el deseo de tener la razón si se mantiene una mente abierta y curiosa ante la opinión de otro, con una emoción serena. Considero que soltar la necesidad de tener la razón afecta positivamente nuestra tranquilidad, por eso, aquí doy tres claves para encaminarnos hacia allí:

1. Acepta tu vulnerabilidad humana: Aunque te parezca extraño, equivocarse es indispensable para aprender a amar. Experimentarte desde tu vulnerabilidad te hace humano y cercano, te dota de la calidez y empatía y te arraiga a la vida. Trátate con amabilidad, no hace falta que seas infalible. No te exijas. Reconoce que como eres está bien.

2. Relájate, nada está bajo control: Detrás de la necesidad de tener la razón muchas veces se encuentra un gran deseo de control. La buena noticia es que al final del día muy pocas cosas lo están. Respira y fluye con la vida como es, pues esta no está para cumplir tus deseos y no se acomoda a tus expectativas. Toma esto por descontado, relájate y disfruta.

3. No saber no es signo de nada más, no habla de quien tu eres ni te hace menos: Alégrate si encuentras que has defendido un punto de vista erróneo, déjate corregir y mantente con espíritu de aprendiz cada vez que te encuentres con personas que diverjan de tus apreciaciones.  Tú no eres tus conocimientos u opiniones. No saber es sólo eso, y el sufrimiento se hace mayor si comienzas a sumar interpretaciones que te menosprecian o culpabilidades y vergüenzas por no tener la razón. No tenerla no significa nada más, tu eres igualmente válido y nada intrínseco o siquiera superficial ha cambiado sustancialmente por el hecho de que tú poseas o no una verdad. Recuerda: las verdades son múltiples y funcionales, desapégate de tener que estar correcto y deja que tu mente sea permeable. ¡Qué bueno es poder no tener la razón, dejar que el mundo sea como sea sin interpretar que por el hecho de que yo no lo sé, estoy fallido, soy inválido o no merezco!.

Si has identificado que, como yo, eres una de esas personas a las que les cuesta admitir su ignorancia, te animo a que participes de conversaciones donde se hable de tópicos que desconoces poniendo tu intención en no aparentar ser de ninguna manera – listo, fiable, culto…- y en cambio, en ser receptivo. Deja tu mente esponjosa y respira suavemente, poniendo especial atención a la inhalación y exhalando quedamente. ¿Qué cosas nuevas aprendes de ti ejercitando tu habilidad para no tener la razón?

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