Una de las enseñanzas que más me ha costado asimilar dentro de la mirada budista de la mente humana ha sido la de que todos somos uno, que no hay diferencia entre mí y los otros. De acuerdo al budismo, la idea de separación es sólo una ilusión, usa distorsión cognitiva generadora de sufrimiento, y el reconocimiento de nuestra humanidad común es uno de los pilares de la compasión. Costosa como ha sido la asimilación de este principio (y aun, debo decir, me encuentro lejos), en el camino de crecimiento de mi mente para abrazar esta idea de unidad,  he encontrado algunas cosas que a mi me han servido a la hora de comprender nuestra humanidad común. Aquí quisiera quisiera compartir tres con vosotros:

A. Saber que nada es permanente me acerca a los otros: Abrir mi corazón a la experiencia de los otros sabiendo que todo cambia y que por consiguiente aquellas cosas que nos separan pueden en otro momento unirnos, me permite sentir nuestra humanidad común. La semilla de esta experiencia es la de desidentificarme con las cosas que creo son mías, como por ejemplo “ser joven”, “ser lista”, “ser saludable”, etc. Ver que estas son cualidades transitorias, no definitorias de mi ser, me permite relacionarme y acercarme a la experiencia de personas que son diferentes en estos aspectos. Creo que en la siguiente cita de Buda se ve ve esto con claridad:

  • Cuando la gente ignorante ve a alguien viejo, se asquean y horrorizan, aunque ellos también serán viejos algún día. Yo pensé: no quiero ser como la gente ignorante. Después de aquello, no pude volver a sentir la embriaguez de la juventud de nuevo.
    Cuando la gente ignorante ve a alguien enfermo, se asquean y horrorizan, aunque ellos también estarán enfermos algún día. Yo pensé: no quiero ser como la gente ignorante. Después de aquello, no pude volver a sentir la embriaguez de la salud de nuevo.
    Cuando la gente ignorante ve a alguien muerto, se asquean y horrorizan, aunque ellos también morirán algún día. Yo pensé: no quiero ser como la gente ignorante. Después de aquello, no pude volver a sentir la embriaguez de la vida de nuevo.

B. Cada ser es único y no obstante todos somos bastante idénticos: La idea de que cada ser es único me permite acercarme a ellos con una mente curiosa que quiere indagar y aprende de su unicidad. Esto me acerca a ellos, despierta mi mirada compasiva y empática. Por otro lado, la mirada científica sobre el cerebro y la biología humana que permite detallar las fórmulas que nos componen a todos por igual, me maravilla en su exactitud y capacidad de generalizar lo que nos hace especie. Frente a la visión de estas dos cosas, termino por ceder ante la idea de una humanidad común.

C. Comprender que la idea de estar separados nos hace sufrir: Hace varios años vi este vídeo de Thay. Recuerdo que fue la primera vez que entendí cómo la idea de separación nos genera complejos (de superioridad, inferioridad y equivalencia) y que en ello se engendraba el sufrimiento. Sólo mediante esta comprensión nació en mí el interés por indagar en esta humanidad común desde un lugar amoroso, así como el compromiso de observarme en mi quehacer diario cuando la ilusión de separación me generaba reacciones. Os dejo el vídeo esperando que os de una visión luminosa, como lo hizo conmigo.

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